Aunque normalmente asociamos los trastornos del sueño a la edad adulta, la realidad es que los niños no son ajenos a ellos. Se estima que entre el 25-30% de visitas al pediatra son debidos a trastornos del sueño.
Las horas que necesitan dormir los niños van variando a medida que van haciéndose mayores, necesitando al principio unas 16-20 horas y disminuyendo hasta las 8-9 horas al llegar a la adolescencia. Aun así, es muy importante que los niños duerman las horas necesarias para asegurar un correcto desarrollo.
Los trastornos del sueño incluyen una gran variedad de conductas que dificultan el descanso, como por ejemplo problemas para conciliar el sueño o permanecer dormido, quedarse dormido en momentos inadecuados, tener demasiado sueño, etc.
Hablamos de trastorno del sueño cuando es una conducta que se alarga en el tiempo y comporta consecuencias negativas en la vida diaria del pequeño, ya sea por cambios de humor, dificultad para concentrarse, irritabilidad, somnolencia durante el día o cansancio general.
En caso de detectar un posible trastorno del sueño en los niños o adolescentes sería recomendable acudir a un especialista para que pueda encontrar la causa del trastorno y recomendar una serie de pautas o tratamiento para solucionarlo.
Hay muchos tipos de trastornos del sueño que pueden afectar a la infancia y la adolescencia, pero estos pueden dividirse básicamente en tres grupos: problemas para conciliar el sueño, problemas para descansar adecuadamente durante el sueño y problemas para mantenerse despierto durante el día.
Dentro de la dificultad para conciliar el sueño, estarían los siguientes detonantes:
El trastorno del insomnio es uno de los trastornos del sueño más frecuentes tanto en niños como adolescentes y adultos. Se caracteriza por la dificultad de iniciar y mantener el sueño, o la sensación de no haber dormido bien. Para que se considere insomnio esto tiene que alargarse por lo menos un mes.
Este síndrome se caracteriza por la necesidad urgente de mover las piernas en situaciones de reposo. Esto tiene un gran impacto en la vida del niño, pudiendo provocarle trastornos del sueño y cansancio durante el día.
Este síndrome consiste en una alteración del ritmo del sueño que comienza a manifestarse normalmente hacia los 10 años. Se caracteriza por tener insomnio a la hora de acostarse y dificultades para levantarse por la mañana, conllevando somnolencia durante todo el día.
Dentro de la dificultad de conseguir descansar de manera correcta, encontraríamos los siguientes:
Se trata de un trastorno respiratorio que se produce durante el sueño y se caracteriza por la presencia de episodios repetidos de obstrucción completa o parcial de las vías aéreas superiores. Esto puede deberse a alteraciones anatómicas, enfermedades neurológicas, sufrir obesidad o por reflujos gastroesofágicos.
Una manera de identificar este síndrome es comprobar si el pequeño respira con ronquidos o directamente respira a través de la boca, ya que podría indicar la imposibilidad de respirar adecuadamente por la nariz.
El sonambulismo es un trastorno del sueño bastante habitual en los niños en edad escolar. Suele resolverse por sí solo sin necesidad de tratamiento, pero durante los episodios dificulta el descanso adecuado del niño.
Los terrores nocturnos y las pesadillas son trastornos del sueño que pueden parecer similares, pero los primeros son más intensos, ya que provocan que el niño se incorpore todavía dormido gritando y llorando agitado, y no responde a estímulos externos. Una vez despierto el niño no recuerda nada. En las pesadillas el niño se despierta muy asustado y totalmente alerta y cree que lo que ha soñado es real.
Este trastorno del sueño consiste en movimientos repetitivos que afectan a diferentes partes del cuerpo, como la cabeza, el tronco, las extremidades o todo el cuerpo. Aparecen cuando el niño tiene alrededor de un año y desaparecen a medida que se hacen mayores. No son peligrosas para el niño, pero dificultan la relajación y el descanso de los pequeños.
Y el caso de la dificultad de mantenerse despierto a lo largo del día nos encontraríamos la siguiente complicación:
Este trastorno del sueño no es muy habitual en la infancia, aunque puede darse más en la adolescencia y juventud. Este es un trastorno crónico que requiere tratamiento médico para poder llevar una vida prácticamente normal.
Los tratamientos para los trastornos del sueño varían mucho según la naturaleza del mismo, ya que algunos podrán corregirse con un cambio de hábitos y una buena higiene del sueño, mientras que otros requerirán medicación o incluso intervenciones quirúrgicas, como en algunos casos de apnea. Por eso es importante acudir al pediatra o especialista para que pueda determinar la mejor manera de solucionar el trastorno del sueño del niño o niña.
Como padres podemos realizar una serie de acciones para facilitar una correcta higiene del sueño. En esta sección os hacemos una selección de consejos ordenados por edad para evitar posibles trastornos del sueño.
Veamos el caso de los más pequeños:
Si hacemos esto, ayudaremos a que el bebé asocie comer con estar despierto, de manera que nos será más fácil ayudar a regular los horarios de sueño y evitar trastornos del sueño.
Debemos tener en cuenta que el sistema digestivo de los bebés recién nacidos todavía es muy inmaduro, con lo que fácilmente acumularán los gases en la barriga cuando comen. Por eso necesitamos ayudar a expulsarlos, de este modo el pequeño no tendrá molestias y podrá dormir más tranquilo.
Te interesa: Descubre el método Rubio para tratar los cólicos del lactante
Si establecemos una rutina antes de acostar al bebé, ayudaremos a ir identificando y anticipar el momento de ir a dormir y evitar posibles trastornos del sueño. Por ejemplo, una buena manera de ir anticipando la hora de dormir es dando un baño al bebé o cantándole una nana antes de dormir. La rutina antes de dormir deberíamos mantenerla (aunque variemos cosas) a lo largo de los años para que el niño o la niña sepa que se acerca el momento de ir a dormir.
Te encantarán, ¡y a tu peque también! 10 canciones de cuna y nanas para los dulces sueños de tu bebé
Cuando establezcamos la rutina debemos intentar que sea el propio bebé el que se duerma solo sin que estemos con él o ella hasta dormirse, de este modo ganará en autonomía y nos facilitará la transición a medida que se haga mayor y evitar posibles trastornos del sueño.
Descubre... "Duérmete niño", el método Estivill para dormir a tu bebé
Desde el primer año de vida y durante toda la infancia sería conveniente tener en cuenta los siguientes aspectos:
El ambiente para ayudar a dormir a los niños debe ser tranquilo, oscuro y con una temperatura agradable. De este modo podemos evitar despertares nocturnos y un mejor descanso.
Es importante que el niño tenga una hora fija de ir a dormir y otra fija para levantarse (aunque siempre puede haber excepciones) para que el sistema circadiano del pequeño vaya autorregulándose y vaya teniendo sueño cuando se acerca el momento de dormir, evitando así posibles trastornos del sueño. Si el niño o la niña protesta, debemos evitar gritar y enfadarnos e intentar continuar con la rutina prevista.
Es mejor que los niños no beban demasiada agua antes de ir a dormir, ya que potencia la posibilidad de tener ganas de orinar por la noche, haciendo que pueda despertarse o estar incómodo.
Cuando se acerque la hora de ir a dormir (un poco antes de cenar, aproximadamente), debemos evitar actividades muy movidas, ya que pueden activar a los pequeños y dificultar que puedan coger el sueño.
Te interesará: Meditación guiada para niños: 8 beneficios de meditar desde pequeños
El chocolate, los pasteles, las galletas, los dulces y todo lo que lleve azúcar es un "chute de energía" para los pequeños, por eso es mejor evitar que coman este tipo de alimentos antes de ir a dormir. Por supuesto, los refrescos, con o sin cafeína, también pueden provocar trastornos del sueño en los niños y las niñas.
Si las siestas se alargan más de la cuenta, puede hacer que luego el niño no pueda dormir por la noche porque no estará cansado.
Mandar a dormir a un niño para castigarlo cuando se ha portado mal puede acabar siendo contraproducente y que el niño no quiera dormir, pudiendo provocar trastornos del sueño.
Con la llegada de la adolescencia, los cambios que se producen en el desarrollo influyen en muchos aspectos, y por supuesto también en los que intervienen en la conciliación del sueño:
Sabemos que es más fácil decirlo que conseguir que los adolescentes lo hagan, pero lo ideal sería que dejaran los ordenadores, móviles, tablets… al menos una hora antes de ir a dormir, para evitar un exceso de estímulos que puedan activarlos.
Si nosotros tenemos unos hábitos de sueño adecuados, será más fácil que los adolescentes los tengan también, ya que si les decimos que hagan una serie de cosas, pero nosotros no las hacemos, podemos provocar que quieran rebelarse y no nos hagan caso. Por ello, lo mejor es que seamos coherentes con lo que le pedimos a nuestros hijos y el mejor ejemplo.
Con la adolescencia llegan muchos cambios hormonales y en el organismo, además de que los niños y las niñas suelen querer ir a dormir más tarde. Todo esto suele provocar que los adolescentes no duerman las horas necesarias y no sean conscientes. Será trabajo nuestro identificar las señales que nos indican algún trastorno de sueño, como por ejemplo irritabilidad o dificultad para despertarse, recuperación del sueño los fines de semana…
Te interesa: 8 cambios psicológicos en la adolescencia que como padres debemos conocer
En cualquier caso, si tenemos alguna duda o no sabemos cómo ayudar a nuestros hijos, debemos acudir al especialista para que nos aconseje aquello que considere más adecuado. Lo principal es descartar algún tipo de problema físico, sobre todo durante la infancia, que esté provocando los trastornos de sueño, para así poder afrontar cualquier otra dificultad que pudiera surgir.